miércoles, 5 de agosto de 2009

El viaje a la nostalgia...




Tengo dos personas en mi espalda, una en mi costado derecho, tres al frente mío y a mi costado izquierdo esta la puerta cerrada herméticamente mientras el tren avanza a gran velocidad y la distancia que separa lo que era de lo que estoy siendo se acrecienta y no por eso dejo de ser, siempre estoy siendo, estará ahí la magia…

- ¿Quién es? - Pregunto la voz por el otro lado del teléfono. Esa idea se repetía mientras el tren avanzaba. Había sido un golpe bajo, a la altura de mis rodillas, creo que siempre al pensar en un golpe bajo a diferencia de los hombres que lo piensan bajo su cintura y algunos directamente en sus huevos, yo los pienso en mis rodillas, quizá por carecer de huevos. El asunto es que, mientras el tren adquiría más velocidad mi ideas lo hacían con el, sumado a eso que cuando entro en desesperación por acumulo de gente a mi alrededor pienso más rápido. ¿Cómo es posible que alguien que te conoce hace diez años tenga, la razonable inteligencia y desfachatez, de preguntar quién eres? Había causado tanta rabia en mí ese cuestionamiento, hecho a modo de interrogante barata, que antes de iniciar cualquier conversación, para cumplir el objetivo del llamado telefónico, me decidí a dejar todo en pausa y tomar el último tren para aclarar personalmente la situación. Por lo que mi única respuesta dotada de falta de originalidad, pero no por ello menos efectiva, fue un sintético - Espera y verás -.

El viaje era lo suficientemente largo e incomodo como para repasar los últimos diez años de relación con la mujer que me había hecho ese acto de desconocimiento, como para exponer un poco más mi corazón algo revuelto y aun sangrante al cielo, como para dormitar de pie, porque carecía de asientos desocupados ese tren que comenzaba a mirar con asco.

Mientras dormitaba no podía evitar entrar en las sensaciones que me provocaba la cintura de “esa mujer” en mi nuca, cuando ella amablemente me leía sus historias hace algunos años mientras yo miraba el cielo al atardecer frente al riachuelo que pasaba por nuestro jardín, más bien siendo sincera al inicio de nuestra relación. En mi estupor, creo que por el cansancio y la falta de oxígeno recorrí los momentos más terrenales y elevados de esa relación, que duro siete años, no desmereciendo los tres años extras de conocimiento de las diferentes facetas de ella y de mí misma, que me parecían tan múltiples que sólo se podían sospechar de algún par de mujeres.


(Continuará... )

2 comentarios:

Veratz dijo...

bueno no me queda mas q esperar la continuacion espero q pronto...
besos

..._-_PETRA-_-... dijo...

sinceramente...me encantó la historia, tan sencilla pero profunda...me hizo recordar a alguien a quien conozco hace as menos 10 años...

Cariños!!!

PETRA...