jueves, 6 de agosto de 2009

Viaje a la nostalgia... continuación




Mis pies comenzaban a notar el cansancio y yo intentaba depositar mis escasos pero contundentes kilos intercambiando el pie que los recibía casi por completo, para mantenerme despierta y para evitar que se me durmieran. Hasta que llegue al punto de, personalidad extra, influenciada por la situación y pregunte a viva y alta voz – los que están de pie se quieren sentar - luego de negociar algunos instantes con mis apretados, para entonces, conocidos por difusión facilitada, logre que nos sentáramos casi unos sobre otros y finalmente pude emitir un suspiro, como si hubiese llegado, en el instante en que mi culo toco el piso, al limbo. Por supuesto mis pies en un acto estratégico de gran categoría se quedaron sobre los de un buen samaritano, con pinta de mal nacido. Tanta revuelta me desconcentro y me puse a pensar como es posible que por un miserable error en la venta de billetes de última hora, quedáramos metidos como ovejas antes de la esquila entre dos paredes, todos los que por diferentes motivos habíamos decidido viajar en este tren de aspecto mal gastado que me recordaba a esos de las películas de la segunda guerra mundial.
Pasada la emoción momentánea de mí culo en el piso y mis piernas estiradas descansando, viaje otra vez en mis recuerdos, claros y nítidos como esculpidos en la piedra de mi porfía por un cincel de hierro.

Tengo la tendencia a hacer este tipo de ejercicios con mi memoria, sin aún saber cual es el objetivo de tanto ejercicio, pero una vez que termino de recorrer los recuerdos como si visitara una exposición de cuadros en el Reina Sofía, quedo bastante cansada y desorientada y en más de alguna ocasión brota en mi, cierta inseguridad, cosa que no estuvo exenta esta vez. Cuando eso sucedió quise salir de ese tren con todas mis fuerzas, pero estaba atrapada entre muchas personas sentadas por ocurrencia mía, pensé un momento y decidí llegar al final de este asunto que había forzado yo misma hace ya bastantes horas.

La disminución de velocidad me hizo entender que estábamos por llegar cual rebaño de ovejas, era tanta la mezcla de piernas amontonadas que me costaba pensar en cuales eran las mías sin tener antes que moverlas. Cuando el tren se detuvo en la estación todos ya nos encontrábamos de pie y ordenados para salir disparados a satisfacer las necesidades básicas de cada cual.

Segundos más tarde estaba parada en medio de los andenes con un cigarrillo en la mano, mi pequeño bolso cruzado en mi espalda y un paquete de papel que tuve que cuidar todo el viaje para que no sufriera los embates.

Me costo trabajo tomar orientación suficiente al salir de la estación para ver en que dirección caminar, no quise seguir pensando, porque conociéndome existía la posibilidad al dar cada paso que me arrepintiera de hacer lo que la furia había comenzado a hacer por mi. Simplemente observe el reloj para verificar que el tiempo había pasado y camine contemplando el paisaje por la costanera que me llevaría a mi destino.

(Continuará...)

1 comentario:

Guidaí dijo...

Me tiene atrapada con la historia...
Besos