viernes, 22 de abril de 2011

Recuerdos recortados (parte II)





Caminaba hacia la esquina opuesta, en distancia y dirección, le quede mirando fijamente, implorando como en un juego de niñas que me mirase, en mis auriculares la canción de Fito Paez “al lado del camino”, y mientras el tiempo se ampliaba haciendo retroceder el espacio y prolongándose, me miró, como quién mira un papelito en el piso pensando que es algún billete doblado, me miro como sé mira algo que no sabes bien que es, aunque tenga traje y porte de ser humano. No tenía plan por lo tanto lo que vino en las próximas horas fue improvisación…

Después de un hola entrecortado por el viento que hacía elevar su vestido, vino un caminemos juntas, dónde vas, de dónde vienes, qué te gusta, de dónde eres, los auriculares y Fito Páez descansaban en mi bolso, que transportaba a un paso seguro, pero vergonzoso a un paso de delirios y mentiras, las verdades esa tarde se habían esfumado.


No me gusta tener las llaves de algún piso que no crea mío, pero esa tarde en mi bolso, junto a Fito, las llaves del piso de una amiga, me las había dejado, para sacar a pasear a su perra, aún recuerdo que era para eso que había salido a caminar… en busca de la perra de mi amiga, digo, en busca de la perra, de mi amiga.

Magdalena estaba triste frente al espejo de la entrada del piso, yo sólo podía mirar la cama, sabiendo que el fantasma contaba los minutos para aparecer, y cómo era ágil contando, no quería perder tiempo, no deseaba que el cuerpo de Magdalena se enfriara junto al mío, no quería que su aliento se congelará producto del vahó invisible pero sensual que se ocultaba en algún rincón de mi epitelio.

Es que las historias de mujeres son las que más me cautivan, pero si hay un fantasma entre ellas, brota de mi un escalofrío, es que el fantasma en su tiempo me entreno bien para ver los fantasmas ajenos, pero el mío que pasaba si era mi fantasma el que se entrometía en mis nuevas historias…

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